10.3.08

La identidad personal en Locke



Prosiguiendo la serie dedicada a la cuestión de la identidad personal, centraremos hoy la atención en la concepción al respecto que tuvo John Locke (1632-1704). Locke fue un filósofo empirista inglés a quien se debe la formulación clásica de esta doctrina. El empirismo, en pocas palabras, es la postura filosófica que sostiene que el conocimiento y las ideas provienen de la experiencia, ya sea porque nace de ella o porque se justifica a partir de la misma.

Locke se planteó si las personas son, sólo, seres humanos, es decir, seres biológicos. Aquí cabe entender "ser humano" de forma distinta a la usual: porque, para Locke, un ser humano es, sin más, un cuerpo animal en funcionamiento. Esta definición de Locke difiere, pues, de la de persona, según la cuál ésta, entendida individualmente, debe albergar un contenido consciente continuo sobre uno mismo, o lo que es lo mismo, debe poseer un sentido de sí mismo que contenga la memoria de lo vivido y experimentado en el pasado.

Dicho de forma rápida, "la identidad de la persona es formalmente identidad de conciencia" (Sánchez Meca, D., Teoría del Conocimiento, Dykinson, Madrid, 2001, p. 252). Y ésta identidad puede ser justificada y explicada recurriendo a la memoria, que es una de las funciones de la conciencia y comprende el pasado, el presente y el futuro. "Ser uno mismo, distinguirse como yo mismo de las demás personas, es tener conciencia y poder desplazarla hacia atrás o proyectarla hacia adelante para comprender, así, pensamientos pasados o acciones futuras".

Según esto, para Locke somos personas sólo si, por ejemplo, podemos recordar parte de lo que hicimos, pensamos o sentimos ayer, y si somos también capaces de proyectarnos hacia el futuro para entender las consecuencias o hechos derivados de nuestros actos venideros. Pero aunque podamos emplear la memoria para captar parte de lo vivido en el pasado, resulta muy dificil, sino imposible, tener conciencia de lo acontecido hace años o décadas. En este caso, Locke afirma sorprendentemente que nuestro ser pasado... ¡no ha existido! Mejor dicho, lo que existió en el pasado no fue nuestro ser como persona, sino el ser como simple ser humano, al no tener la necesaria identidad de conciencia futura.

Aún más insólitamente, Locke afirma que, por lo menos teóricamente, una misma persona puede haber habitado en cuerpos distintos, o incluso diferentes partes de un mismo cuerpo, a lo largo del tiempo. Esto es verdaderamente curioso (o extravagante) si atendemos a la inclinación empirista de Locke, porque según sus principios al no disponer de datos de la experiencia de ninguna clase acerca de la conciencia, no puede afirmarse o desmentirse su existencia, por lo que debería haber llegado a la conclusión de que es algo desconocido.

La rareza de las concepciones lockeanas en este tema y su énfasis en separar claramente ser humano y persona se deben a que el empirista quería llegar a un supuesto de orden moral. Cuando juzgamos actos pasados y condenados a las personas en el presente, si el sujeto no es consciente de su acción pasada, si no recuerda o no es capaz de extraer de su memoria tal acto pretérito, ¿no estaríamos en realidad castigando, hoy, a una persona que no es la de entonces? Dado que las condenas y castigos suelen incumbir sobretodo al cuerpo biológico, al ser humano, porque identificamos a éste con la persona, a juicio de Locke el ser humano que recibe dicha condena o castigo no tiene por qué, necesariamente, ser la persona que debería recibirlo.

Y, a la inversa, imaginemos que en el día de hoy tiene lugar un evento para conmemorar y honrar a un escritor mayor por sus obras redactadas, digamos, hace medio siglo. ¿Sería justo dicho elogio, si el literato es incapaz de recordar, de ser consciente del tiempo y situación en que las escribió? Para Locke, estaríamos honrando, a la postre, a un ser humano, pero no a la persona que creó tales obras. Si la identidad de la persona es básicamente identidad de conciencia, sólo quienes tienen conciencia de los tres especios temporales (pasado, presente y futuro) lo son realmente; los demás tan sólo se definen como seres humanos, meros agentes biológicos. Oigamos a Locke:

"Siendo ésas las premisas para encontrar en qué consiste la identidad personal, debemos ahora considerar qué significa persona. Pienso que ésta es un ser pensante e inteligente, provista de razón y de reflexión, y que puede considerarse asimismo como una misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares; lo que tan sólo hace porque tiene conciencia, porque es algo inseparable del pensamiento, y que para mí le es esencial, pues es imposible que uno perciba sin percibir lo que hace. Cuando vemos, oímos, olemos, gustamos, sentimos, meditamos o deseamos algo, sabemos que actuamos así. Así sucede siempre con nuestras sensaciones o percepciones actuales, y es precisamente por eso por lo que cada uno es para sí mismo lo que él llama él mismo [...]. Pues como el estar provisto de conciencia siempre va acompañado de pensamiento, y eso es lo que hace que cada uno sea lo que él llama sí mismo, y de ese modo se distingue de todas las demás cosas pensantes, en eso consiste únicamente la identidad personal, es decir, la identidad del ser racional, hasta el punto que ese tener conciencia puede alargarse hacia atrás, hacia cualquier parte de la acción o del pensamiento ya pasados, y alcanzar la identidad de esa persona: ya hasta el punto de que esa persona será tanto la misma ahora como entonces, y la misma acción pasada fue realizada por el mismo que reflexiona ahora sobre ella que sobre el que la realizó". (Ensayo sobre el entendimiento humano, l.2, cap. 27, n. 11, editora Nacional, Madrid 1980, vol.1, p. 492-493).

Por tanto, puede que algunos de nosotros, hoy, no seamos personas propiamente dichas, sino únicamente seres humanos. Gentes con deficencias mentales, recuerdos y memorias fragmentarias o pacientes de Alzheimer, por ejemplo, no serán, para Locke, personas, ni ahora, ni el pasado o el futuro, al carecer de la plena conciencia. Como menciona Stephen Hetherington (Una breve introducción a la metafísica y a la epistemología, Alianza, Madrid, 2007, p. 36), ¿deberíamos modificar la aplicación del elogio y el castigo no sólo a los seres humanos, sino también (o exclusivamente) a los casos en que haya identidad de conciencia? ¿Cuál resulta ser, entonces, la categoría básica del hombre, la de ser humano o la de persona?

¿Qué eres tú, fundamentalmente hablando, ser humano o persona?

-Serie sobre la identidad personal:
Personas e identidades
Fisicalismo, inmaterialismo y dualismo
El problema de la identidad personal en Descartes

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